Eres fuente de agua aromática,
en jardín coronado de olivos,
caudal salpicando a raudales
en mis labios sedientos,
engarzados de gemas granates.
Eres dulce como la pulpa carnosa
del membrillo amarillo y dorado,
con aroma a miel delicado,
néctar silvestre de las abejas,
en los panales rubios de las colmenas.
Eres agua de azahar destilada,
con sabor a pétalos
de flor blanca del naranjo,
agua transparente y brillante,
esparcida en pies descalzos.
Eres cántaro de barro rojo
insertado de ámbar,
piedra solar de las tierras altas,
vasija de boca esmaltada,
exhalando aromas de tierra mojada.
Eres sirope de manzana
que tamiza mi paladar agostado,
en tórrido día de verano,
sabia almibarada manando
de espita de tina nacarada.
Eres pecho de bronce bruñido,
al fulgor de la antorcha crepitante,
con esencia de melisa, mis miedos
adormeces, cual niña sosegada,
tras pavorosa pesadilla.
Eres mano amorosa guiándome
por sobrias llanuras de secano,
fecundadas por los ríos
de agua cálida y turquesa,
entre valles fecundos.
Eres cosecha bendecida,
bajo el cimborio del cielo azulino,
brindando jubiloso,
los frutos y agasajos
de la plenitud de la vida.
Esther Coïa / Septiembre 2021
6 de octubre de 2021
Publicado en: Los socios escriben