Amar hasta desagregarse en un derretir de sentidos, cuando el cuerpo se resquebraja y deja el alma revelarse en su esencia la más divina, en una expresión sagrada, donde la fusión se vuelve efusión en un torpor infinito, alejado de la confusión de este mundo turbio y dormido.
Amar sin contar, ofrecer sin esperar, posando besos amorosos en el alma, labios cálidos y lentos dejando una huella de fuego en la piel, en un colapso irresistible, un derrumbe que desmaterializa dos cuerpos entrelazados, un desplome que deja estallar el amor puro, la sustancia de la creación, un arrabio cual hierro en alto horno de dos seres enamorados, sellando recuerdos indelebles en la memoria del corazón, reactivando la unidad cósmica, el eje infinito de la vida, fundiendo dos latidos que fueron errando y buscándose tras eones, en un espacio, fuera de este tiempo.
Y en un silencio aleteante, desplegar de nuevo sus alas y volar hacia otros horizontes, para sumergirse una vez más, en un abrazo imperecedero, durante los miles de años venideros…
Esther Jiménez Coïa
20 de enero de 2022
Publicado en: Los socios escriben