El arte es una forma de expresión visual en la que el artista nos muestra sus pensamientos e inspiraciones a través de los colores, las texturas, las formas y líneas. Basta ver la obra pictórica de cada uno de nosotros para saber cómo es nuestro corazón porque sabemos que de aquello que nos rebosa el corazón habla la boca.
Rembrandt, El Greco o Caravaggio –póngo por caso- como grandes pintores representantes del arte católico nos mostraron y comunicaron la belleza religiosa a través de sus lienzos.
Las obras de estos autores son auténticas joyas, no así la de Stephan, el artista sobre el que hoy os hablo a propósito de un artículo que publicó Aleteia.
Stephan Jasienski fue un prisionero de guerra y subteniente de las Fuerzas Armadas de Polonia que murió en el campo de concentración de Auschwitz en 1944.
Según los testigos que lo relatan, en la celda 21 de la prisión donde permaneció hay aún hoy en día dos imágenes: el Sagrado Corazón de Jesús y la Crucifixión.
Como nos describen no es una obra famosa, no tiene color, es un simple grabado en la pared de la celda de un campo de concentración hecho por un prisionero de los nazis, sin pinceles, sin lápices, sin colores… grabado con la uñas pero tampoco es una obra rabiosa (la técnica de las uñas podría llevar a pensar en alguien colérico, desesperado o aterrorizado).
Al contrario, el grabado es toda una proclamación de fe, desde la esperanza y la confianza en Cristo y desde la alegría del perdón
Y así nos lo dice Sor Kathy DeVico, Abadesa del Monasterio de Redwoods y testigo visual de los grabados:
¿Qué impidió que el corazón de Stephan se endureciera de amargura? ¿Qué le impidió odiar a sus enemigos? Claramente, su oración, su objetivo, mientras estaba sentado en su celda de la prisión dibujando esta imagen con su uña, era que su corazón se volviera como el corazón de Cristo. ‘El corazón de Jesús representa nuestro corazón más verdadero’ … quizás Stephan encontró su corazón a través del corazón de Cristo. Quizás su oración diaria fue simplemente apoyarse en el corazón de Cristo y escuchar. Imagínese, solo imagine, el grito de su corazón y su alma mientras encarnaba su intención de oración, amar incluso a su enemigo.
Es una historia de Amor y certeza que a mí me ha emocionado porque como dije al comienzo, de lo que rebosa el corazón hablamos y nuestro artista polaco puso su esperanza en Dios, y tan convencido estaba de ello que dejó grabado con las uñas su mensaje para las generaciones futuras, recomendación que hoy es, quizá, difícil de entender porque nos definimos poderosos y libres de totalitarismos en un mundo hedonista y egocéntrico, pero que tiene mucho más miedo a la muerte que los presos de Auschwitz.
Fdo. Graciamaría Pellicer de Juan
19 de septiembre de 2021
Publicado en: Los socios escriben