Autor: Eloy Parejo
A mi madre, que tan feliz me hacía cuando la veía reír.
Roberto y su señora Pilar viven en León, ya están jubilados. Este año sus consuegros Paco y Marina, también jubilados, les han invitado a veranear con ellos aprovechado que el dormitorio que ocupan sus hijos durante el verano está desocupado.
La casa tiene dos dormitorios y no es muy grande aunque como dice Paco, “eso la hace más acogedora”. Eso sí, tienen vistas y cuando la vecina no tiende las sábanas en las cuerdas, desde la cocina se ve entre los dos edificios de enfrente un trocito de mar
Paco golpea con mucho tacto la puerta del dormitorio donde duermen los invitados,
¡Roberto, Roberto…! casi susurrando para no despertar a su señora.
Roberto abre la puerta con los ojos como dos cuchilladas en un tomate.
R.- ¿Qué pasa?
P.- No pasa nada que tenemos que ir a la playa a colocar las sombrillas y las sillas.
Roberto mira el reloj de cuco colgado en el pasillo traído desde la suiza del chino de dos calles más allá.
R.- ¡Coño! si son las seis de la mañana. Roberto piensa que su consuegro es sonámbulo o el calor y la sangría de brik de la cena han hecho estragos en su cerebro y que no es consciente de lo que dice.
P.- Vamos con una infraestructura básica, colonizamos una zona del territorio playero, plantamos nuestra bandera en forma de sombrilla esponsorizada por la cerveza Mahou y nos subimos a desayunar.
Roberto no está en condiciones de discutir y acepta por complacer a su consuegrNo caben en el ascensor: entre los dos llevan cinco sillas, dos sombrillas de tamaño «king size» atadas con una cuerda para poder colgársela al hombro, la nevera con cervezas, la sangría que sobró anoche, dos bolsas con toallas, cremas para no quemarse, tarteras con filetes empanados, dos tortillas de patatas, una de ellas sin cebolla porque a Paco no le sienta muy bien el tubérculo, un melón casi entero, y lo que no llevan es porque se les ha olvidado.
Roberto.- Paco, me duele la reuma, los codos, los brazos, las piernas y no sé si podré llegar a esa tierra prometida de la que me has hablado.
Paco.- Venga hombre que no es para tanto, dos calles más y estamos en el paseo marítimo. Efectivamente dos calles les separaban de la orilla del mar. Desde lo alto del paseo Paco oteó y estudió las mejores ubicaciones.
P.- Hemos llegado un poco tarde, los mejores sitios ya están ocupados…
R.- Pero si son las siete menos cuarto…
P.- Mañana tenemos que bajar antes.
Se decidieron por la tercera fila, cerca del lava-pies y un poco retirado del socorrista, nunca se sabe si van a utilizar tu toalla para colocar a algún ahogado mientras le hacen el boca a boca. Todavía se estaban instalando cuando ya tenían vecinos a ambos lados.
P.- Según un estudio realizado por la Universidad Turística de la Comunidad Autónoma en esta playa se instalan cuatro sombrillas por minuto en hora punta.
R.- Joder Paco ¿y si las dejamos aquí toda la noche y se las alquilamos a los de los botellones a cambio de que nos guarden el sitio?
P.- Ya lo hicimos un año y por la mañana nos encontramos a un grupo de ocupas que se negaban a abandonar el recinto y hasta que no paso la máquina limpia playas al día siguiente y arrampló con todo, incluidos ocupantes, que a esa hora ya se habían fumao la mitad de la producción de hachís de Marruecos, no pudimos bajar a la playa.
Me costó en el Corte Chino una pasta reponer mobiliario y medios técnicos playeros de última generación.
Como Marina ya se imaginaba que su marido no abandonaría la trinchera así como así y que no subiría a casa a desayunar, aparece con un termo con café con leche caliente, el arroz con leche que sobró anoche y unas galletas María para empujar todo.
Los efectos del desayuno no se hacen esperar. Roberto suda con generosidad.
R.- Voy a darme un baño y a pasear por la playa para hacer algo de ejercicio.
Paco y Pilar estaban atareados preparando el ágape de media mañana y Marina les ayudaba.
Marina.- Roberto no hagas tonterías, hasta dentro de 2 horas y media no te puedes bañar que ya sabes que cuando se te corta la digestión te pones malísimo.
R.- Oído, entonces me voy a ver a las guiris en cueros.
Va descalzo con un bañador largo, por debajo de las rodillas, heredado de su yerno en el trasero se lee en inglés. “kiss my Ass (Bésame el Culo), desgraciadamente Roberto no ha sabido nunca el significado de aquella frase.
Aún de pie giró sobre si mismo buscando la mejor vía de escape y se decidió por la zona de toallas extendidas de unos ingleses.
Roberto no sabía si estaban así de rojos del sol o de la sangría embotellada de litro y medio que se están metiendo entre pecho y espalda. Saltó intentando pisar únicamente en las estrechas franjas de arena entre las toallas sin conseguirlo ni una sola vez. Aplastó un “sabroso” sándwich de lechuga y zanahoria especialidad de la alta cocina inglesa, puso el pie en la espada al jefe de los guiris marcándole una bonita huella blanca en su espalda roja, y aterrizando sobre colchoneta playera aparcada. Todavía instantes antes de su toma de tierra, le pareció oír en la lejanía algunos insultos en inglés-arameo.
Hasta tres puestos consiguió avanzar sorteando niños, aletas de buceo, sillitas de bebé… Pero tanta alegría duró poco. Dos señoras de gran calibre con las ubres al aire sentadas una junto a la otra bloqueaban totalmente el paso.
Mientras las rodeaba Roberto no pudo por menos que oír su animada charla.
Señora 1.- Lo mejor sería la flexibilización de las garantías que pide a la banca para financiarse con objeto de dar incentivos para que los inversores vuelvan a la deuda de los periféricos, combinada con un programa de compra de activos.
Señora 2.- ¡Es lo que le digo yo a mi Manolo!
El rodeo condujo inevitablemente a Roberto hasta un gran corro de personas que, como poseídos por el demonio, se probaban batas de andar por casa y los señores calzoncillos que se ponían sobre el bañador. ¡To a do euro! vociferaba una gitana doble de Lola Flores pero con la voz más fea y desagradable.
Gitana.- ¡Oiga primeras marcas Calvis Clain, Elpollo Armari, Rafi y Laureen! aguelo no se quee ahí que pue cayerse dentro de la montoná del genero y aquí no se andan con chiquitas cuando pongo el tenderete, matan po una batita de marca. Venga pa ca payo no te gusta ningún calsoncillo mira ete es de tu talla, pruébatelo vera como “se alegra” la parienta esta noche. A base de codazos y empujones expulsan a Roberto de la zona comercial.
Emilio.- Ésto es así todos los días, mi mujer es una de las que está ahí dentro. Yo estoy aquí para darle cobertura económica para las compras. Me llamo Emilio ¿usted también tiene a la parienta sumergida en transacciones comerciales?
R.- No, no, yo solo pasaba por aquí.
Se sienta por primera vez desde que dejó a los suyos, solo y cansado.
Emilio.- Le veo con mal aspecto, si quiere siéntese conmigo y mis colegas y tómese un momento para descansar.
Roberto acepta el ofrecimiento y sigue a Emilio por varios vericuetos.
E.- Nosotros cinco somos miembros del Petanca Beach Club de Benitorre.
R.- ¿Y donde jugáis a la petanca?
E.- Huy, ya hace mucho que no jugamos, solo conservamos el nombre. Ahora nos hemos modernizado, chats, dominó y mus, multijugadores on line, karate…
Entre acalorados debates sobre economía, fútbol, política y taper wares con tortilla, pimientos, carne en salsa, bacalao a la riojana, costillitas, embutidos de diferentes regiones, latas de conservas todo ello regado con vino peleón a Roberto se le ha olvidado que salió de su sombrilla por la mañana y que era media tarde y todavía no había conseguido ver el mar.
R.- Me gustaría llegar hasta la playa y bañarme.
Emilio.- Hombre eso está hecho. Te ayudaremos a llegar hasta allí. Antonio, Mariano te acompañarán lo más cerca posible.
La marcha se inició con el ocaso, Roberto seguía a sus serpas octogenarios por intricados caminos, a veces incluso había que reptar por el suelo arenoso para acceder a zonas más abiertas y fue en una de estas zonas de cincuenta centímetros por cincuenta donde se detuvieron los tres. El reducido espacio solo daba para hablarse a escasamente diez centímetros.
Mariano.- Hasta aquí podemos acompañarte, a partir de aquí tendrás que seguir solo puede ser peligroso para nosotros, estamos en guerra con el clan de la Residencia “La Salud” desde que un colega de los nuestros dejo embarazada a la hermana del jefe.
R.- Y cuántos años tiene tu colega
M.- 86
R.- ¿y la hermana del jefe del clan?
M.-84
Roberto se quedó un par de segundos pensando en el disgusto del jefe.
M.- Es que los medicamentos para la actividad sexual y el aumento de la esperanza de vida han obrado milagros entre nosotros.
Antonio.- Sigue las huellas en la arena, el mar está muy cerca, cuando llegues contacta con nuestro infiltrado, lo reconocerás por la camiseta de tirantes de la selección que lleva puesta. Después del asunto de la hermana del jefe usamos como palabra clave “Biagra”.
Mariano.-Adiós y que tengas suerte.
Roberto inició el camino siguiendo las huellas y sorteando toda clase de obstáculos, al salir de un recodo formado por una montaña de basura junto una papelera repleta lo vio por un resquicio entre las sillas….. era el mar. Siguió adelante, estaba solo a cinco pasos del agua, pero le detuvo en su avance una fila de sillas colocadas una junto a otras como un muro. Se sentaban señoras haciendo ganchillo, señores leyendo periódicos gratuitos, otros en una animada charla a gritos.
Allí estaba, inconfundible por su camiseta roja, era él, se aproximó a su oreja y le dijo susurrando “b-i-a-gra”. Eusebio, que así se llamaba el infiltrado se volvió y le miró.
Eusebio.- No gracias ya tengo seis cajas, cada vez que voy a ver a mi médico le pido una receta por si acaso y además no suelo comprarle nada a traficantes de poca monta.
R.- No, no, a mi me manda Emilio del Petanca Beach Club.
Eusebio se incorporó todo lo rápido que le permitió sus lumbares mientras resoplaba retiró su silla y dejó paso a Roberto.
Y por fin el mar. Solo tuvo que dar tres pasos para sentir la arena húmeda y fría, levanto la cabeza y vio mucha gente, apenas era visible la superficie del mar, bañistas con flotadores de formas imposibles, patines de pedales, niños llorones, jugadores de pala…
Siguió en su avance hasta que el agua mojó sus rodillas, por todo su cuerpo corrió un escalofrío, de nuevo miró al frente y sintió una gran alegría, habían desaparecido los bañistas y todos su cachivaches, se sintió feliz y relajado ante una playa silenciosa, solitaria y luminosa en exceso.
-¡El siguiente!
Se abre la puerta
Roberto.- ¿Se puede?
-Pase, pase y siéntese por favor
R.- ¿Me puede decir donde estoy y quien es usted?
– Si señor, la puerta por la que acaba de pasar es la entrada del cielo
R.- ¿No me diga que me he muerto?
– Pues sí, pero solo un poquito
R.- ¿Como que solo un poquito?
– Es que no contábamos con usted de momento, a pesar de todos los obstáculos que le pusimos, se empeñó en lo del baño y ya sabe que las dos horitas y media de la digestión no se la quita nadie y claro con la orgía gastronómica con los de Petanca Club Beach, pues pasó lo que pasó.
R.- ¿Usted es Dios?
– No, no, yo soy el encargado. Dios está en un congreso de dioses en la India.
R.- Bueno, si no me esperaban ¿me quedo o me voy?
Encargado.- Bueno como quiera. Aquí ya le digo que los intereses están muy altos para las inversiones a corto plazo, no hay degradación del medio ambiente, los conflictos bélicos se resuelven en el bar y el Euribor esta en su mejor momento.
R.- No sé, no sé ¿y del copago de los medicamentos?
E.- De momento no se aplica.
R.- Entonces me quedo.
E.- Pase Roberto, bienvenido.
FIN
Este cuento surge tras pasar un fin de semana de agosto en la playa urbana del Cura de Torrevieja, aunque podría haber ocurrido en cualquier playa del levante, como por ejemplo Benidorm de ahí el título BENIdorm-TORREvieja (BENITORRE).
Se conjugan elementos estresantes como: verano, agosto, fin de semana, playa urbana y ciudad costera levantina con aumento desmedido de población, aún así los protagonistas no se amilanan y son capaces de superar todo… bueno casi todo.
18 de julio de 2019
Publicado en: Los socios escriben
Etiquetas: benitorre, historia, los socios escriben, narrativa